No es secreto que 2020 será para muchos un año de crisis y profundas dificultades, pero también será un año que va a marcar un antes y un después en el funcionamiento de las empresas. Un ejemplo de ello es el gran número de empleados en muchos países del mundo que, tras la llegada del COVID-19, han trabajado desde la casa durante la cuarentena y han mantenido a flote negocios y operaciones. Tales aspectos podrían dar paso a un ambiente en la sociedad pos-COVID-19 donde predomine el trabajo remoto con posibles efectos positivos en diversos aspectos económicos a escala global.
En una reciente encuesta realizada por la firma PWC a 120 ejecutivos y 1.200 empleados de diversas compañías en EE. UU. De las áreas de servicios financieros, tecnología y productos para el consumo final, se reveló el uso más intensivo del teletrabajo como herramienta para “vencer” los efectos nocivos de la cuarentena oficial sobre el empleo (además de unas posibilidades de uso aún mayores una vez la pandemia cese) y una mejora en la percepción del empleador (incluso superior a la propia evaluación del empleado) sobre la productividad de sus subalternos asociada con el uso de este mecanismo.
Aun cuando la encuesta excluye áreas donde es prácticamente imposible trabajar de forma remota, tales resultados colocan al teletrabajo no solo como alternativa a la contención social, sino también como herramienta para mejorar la calidad del empleo a mediano plazo, a pesar de que muchas compañías siguen en la búsqueda de las mejores condiciones para poder facilitar el trabajo remoto a sus empleados. De hecho, lo anterior sólo significa que todavía hay un amplio margen de mejora en las nuevas condiciones de trabajo, aun en medio de la pandemia.
La creciente tendencia del teletrabajo podría beneficiar a los países emergentes. En EE. UU., el 17% de la población laboral tiene residencia de otro país, de los cuales la mitad provienen de América Latina. Con el aumento del trabajo remoto, muchas personas podrían trabajar desde su país de residencia para una compañía en Estados Unidos y devengar un sueldo más acorde a su productividad. En el largo plazo, esto podría significar la creación de redes de trabajo remoto a escala global que beneficiaría el consumo en los países en vías de desarrollo.
Precisamente, en América Latina, el trabajo remoto también ha aumentado, pero no al mismo nivel que en los países desarrollados debido a limitaciones tecnológicas como el acceso a internet y otros servicios relacionados. Es acá donde debería hacerse un esfuerzo para que la economía de la región evolucione de la misma forma en la que lo hace la economía de los países desarrollados, es decir, generar incentivos para el retorno de los trabajadores latinos que trabajan a distancia para mercados más avanzados. La nueva exportación de servicios fungiría como una nueva palanca en pro del crecimiento a futuro de las economías locales. Una nueva oportunidad de desarrollo para la región parece abrirse camino aún en medio de la pandemia.
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