Desde el inicio de la cuarentena nacional el 17 de marzo, los venezolanos han tenido que ajustar su día a día, teniendo que decidir entre ir al mercado, trabajar, buscar medicinas, ahorrar gasolina y quedarse en sus hogares, evitando constantemente el riesgo de contraer el coronavirus.
Según un reporte de movilidad publicado por Google, en Venezuela las visitas a lugares de recreación y a estaciones de transporte han disminuido en 65% entre el 13 de febrero y el 5 de abril. De igual manera, visitas a “parques”, “mercados y farmacias” y “zonas de trabajo” presentaron caídas de 58%, 48% y 25%, respectivamente. Las visitas a dichos espacios han mantenido caídas similares desde el inicio de la cuarenta. Este es el caso de los espacios de recreación, estaciones de transporte y mercados y farmacias, que en solo una semana (entre el 29 de marzo y 5 de abril) pasaron de una caída acumulada promedio de 56.0% a presentar una disminución de 59,3%. En cambio, las visitas a zonas residenciales y a lugares de trabajo aumentaron entre las dos semanas, con los viajes laborales presentando primero una caída acumulada de 29%, para luego disminuir 25% (lo que representa un aumento semanal de 5,6%).
Otros países latinoamericanos han logrado reducir con mayor efectividad la movilidad durante su cuarentena, particularmente respecto a los viajes laborales. Este es el caso de Perú (-75%), Ecuador (-59%), Colombia (-57%), Argentina (-52%) y Chile (-42%). Al contrario, el Ejecutivo venezolano solo ha logrado disminuir en 25% la movilidad hacia zonas de trabajo, lo cual parece indicar mayores dificultades en hacer cumplir a cabalidad la cuarentena, respecto a otros países.
Tales diferencias responden, en parte, a la precaria situación en la que se encuentran una gran parte de los venezolanos, cuyo sustento depende del trabajo de cada día, en especial en medio de un proceso hiperinflacionario donde el salario pierde en pocos días su poder adquisitivo. Adicionalmente, la pandemia ha causado que firmas tengan que ajustar su esquema de pagos, disminuyendo salarios para enfrentar el nuevo choque externo.
Inclusive, el alto grado de informalidad de la economía venezolana dificulta que se cumplan las regulaciones impuestas, en donde la ausencia de beneficios asociados con la inamovilidad oficial y de un salario estable (aunque normalmente insuficiente) provoca que estos trabajadores “a cuenta propia” tengan incentivos a seguir ofreciendo sus servicios, a pesar de los riesgos de salud actuales. Lo anterior pone en evidencia las limitaciones que presenta Venezuela para frenar la expansión del COVID-19 localmente, donde parte de su población la considera un problema secundario comparado al reto de sobrevivir al colapso de la economía.
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