Una de las estrategias empleadas por el Gobierno de Nicolás Maduro para enfrentar las secuelas de la pandemia del COVID-19 sobre la economía venezolana fue el recorte parcial de los requerimientos de encaje legal que enfrentan los bancos locales, eliminado aquellos vinculados al cambio en sus depósitos (respecto a un valor de referencia), además de una rebaja inicial en el monto inicial requerido de VES 1.500 MM. A pesar de tales ajustes, la banca en Venezuela aún se ve forzada a mantener en promedio, el 93% de sus depósitos cada semana en el BCV.
En ese sentido, aun cuando la opinión especializada, e inclusive muchos gremios del sector privado local, aclamaban por una flexibilización de tal normativa que coadyuvará a enfrentar la crisis actual, y a pesar del excesivo optimismo de los reguladores quienes afirmaron que tales medidas “contribuyen a contrarrestar, en parte, las nuevas limitaciones en el desempeño de la actividad económica nacional”, lamentablemente los cambios implementados no bastaron para reactivar el crédito a niveles requeridos por el sector privado local en medio de la actual pandemia.
Como reseñamos en reportes previos, la disminución del encaje suponía una inyección inicial de solo USD 270,6 MM, lo que permitiría que los bancos cedieran nuevos créditos durante cinco semanas, asumiendo que existiese demanda por financiamiento (cercana a USD 56,1 MM en cada semana) y lograran acumular recursos para ello. En efecto, justo después de los cambios en el encaje, los bancos lograron mantener en promedio reservas bancarias por encima de lo requerido. No obstante, tal comportamiento duraría apenas ocho semanas, tornándose negativas (esto es, por debajo de lo exigido por el BCV como encaje) incluso después de haberse retomado a medias la actividad comercial tras la flexibilización de la cuarentena oficial.
Como se esperaba, esta merma en las disponibilidades no solo condujo a fuertes alteraciones en el mercado interbancario (pactándose tasas anuales de hasta 1.500%, un nuevo máximo histórico), sino que además redujo aún más la capacidad de los bancos por ofrecer créditos y generar ingresos en medio de las adversidades impuestas por la política de contención al nuevo virus. Al respecto, el índice de intermediación (créditos a depósitos) no superó los 13,7% en las semanas posteriores al cambio del encaje, por debajo incluso de lo visto al cierre de 2019 y aun cuando las últimas cifras publicadas por la Sudeban mostraban un aumento del crédito de 19,6% en términos reales para abril (con cifras de precios del BCV). Sin embargo, valorando lo cedido según el alza del tipo de cambio oficial, salvo el financiamiento dirigido a la actividad agrícola, todos los tipos de créditos mostrarían contracciones superiores al 28% tras la aplicación de los cambios.
De hecho, en ese lapso, los bancos mostraron una mayor expansión en su cartera de títulos valores, aunque derivada estrictamente de su revalorización tras el aumento en el tipo de cambio oficial (afectado, a su vez, por las cotizaciones no oficiales). Ni siquiera la reapertura de comercios y la reactivación parcial de actividades a inicios de junio lograron incidir sobre la capacidad de las entidades financieras para revivir la oferta de recursos. Hasta la semana previa, con las mayores flexibilizaciones de la cuarentena, los bancos seguían sin prestar más del 12% de sus obligaciones.
Así, la nueva medida del encaje no solo dejó a los bancos sin poder rentabilizar la expansión de los depósitos recibidos (frente a la mayor inyección de dinero por parte del Ejecutivo, como medio para paliar la crisis), sino también los puso a merced de una fuente de ingresos (y de capital) altamente inestable, sustentada únicamente por la oferta de servicios no financieros y por meros ajustes contables. Este ajuste también tornó al mercado interbancario más desigual en términos de concentración de reservas, lo que ha influido en el comportamiento reciente de las tasas pactadas. Así, el antídoto dejó a la banca más vulnerable, mientras ha hecho al crédito bancario aún más esquivo para el venezolano que intenta enfrentar la nueva crisis. Gracias por los favores recibidos.
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