Dentro del escenario económico internacional para nadie es un secreto que en las economías con controles en el mercado cambiario y de capitales suelen surgir mercados negros, donde el tipo de cambio es casi siempre superior al oficial, lo que da lugar a una prima en la venta y compra de divisas; esta prima, normalmente positiva, induce con fuerza a la manipulación de las cifras de facturación del comercio internacional.
Como consecuencia, en entornos con controles de cambio los exportadores suelen subestimar las exportaciones con el fin de vender luego las divisas en el mercado paralelo; sin embargo, en el caso venezolano, donde 89,9% de las exportaciones son petroleras y controladas por el Estado, se tiende a sobreestimar las importaciones.
Lo mismo representa una práctica que consiste en declarar un monto de compras externas superior al realizado, lo que termina ocasionando que se dedique una cantidad de divisas a la adquisición de insumos y bienes finales foráneos mayores a las necesarias.
La sobrefacturación no solo complica el manejo de la economía, al incrementar artificialmente la demanda de divisas y de créditos en moneda nacional para llevar a cabo importaciones, sino que afecta la recaudación tributaria, ya que es un mecanismo que permite a quien lo aplica evadir impuestos (al declararse unos costos mayores y por lo tanto unas ganancias menores).
Sin embargo, el mayor incentivo para sobrefacturar importaciones es que dicha actividad permite evadir el control de cambio, por lo que quienes la llevan a cabo pueden repatriar capitales y proteger parte de sus ganancias de la alta inflación en moneda nacional.