Las sanciones internacionales son instrumentos empleados que los gobiernos aplican para presionar a otros Estados con el propósito de incidir en cambios de conducta o extraer concesiones de algún tipo, sin acudir al uso directo de fuerza militar. Las sanciones varían mucho en alcance y escala, a la vez que pueden dirigirse a Estados completos, entes gubernamentales, empresas o individuos.

Actualmente el país con más sanciones en su contra es Rusia, que ha visto como las sanciones en su contra aumentaban aceleradamente producto de la respuesta de la comunidad internacional a su invasión a Ucrania. Antes de esta guerra ya pesaban sobre Rusia una cantidad importante de restricciones a raíz de eventos como la anexión de Crimea en 2014. Sin embargo, a partir del 22 de febrero de este año las sanciones prácticamente se han triplicado, pasando de 2.754 a 8.068. Las sanciones son granulares para ir contra organismos estatales o personas que se consideran estrechamente relacionadas y/o responsables de la acción rusa. De esa forma, las sanciones por la guerra en Ucrania se componen de 4592 a individuos, 711 a entidades, 8 a embarcaciones y 3 a aeronaves.


Asimismo, los países que más sanciones han anunciado contra los rusos han sido Estados Unidos, Canadá, Suiza, Reino Unido y la Unión Europea. Estás son dirigidas a restringir la deuda soberana rusa, aislar a los bancos rusos del sistema financiero internacional, congelar activos en el exterior, bloquear las exportaciones de tecnología, bienes de lujo o metales a Rusia, entre otras. Particularmente polémicas han sido las decisiones respecto a sancionar el sector energético ruso, ya que países como Estados Unidos y Canadá han prohibido las importaciones de energía rusa, mientras que otros como la Unión Europea se han abstenido de hacerlo. De este modo, queda por ver cómo evolucionan las sanciones y cuál es su impacto definitivo sobre Rusia.