Venezuela e Irán comparten una alta dependencia en sus industrias petroleras, siendo sus principales fuentes de ingreso por exportaciones y para sus Gobiernos. Sin embargo, las dos naciones han manejado de formas significativamente distintas su producción de crudo en los últimos años.

Ambos países fueron sancionados en 2017 (Venezuela) y 2018 (Irán), con efectos notables en la producción petrolera de los mismos. Después de la imposición de las sanciones, la producción petrolera de estos países cayó aproximadamente 29,9% en un periodo de 12 meses; sin embargo, a dos años de ser sancionados, Irán logró contener la reducción de la producción a 34,1% respecto a los niveles pre-sanciones, mientras que el colapso de la producción de Pdvsa se profundizó a 59,2%.

A diferencia de Irán, Venezuela ya presentaba una caída sostenida en su producción petrolera previo a las sanciones, por lo cual, su colapso no se debe únicamente a las sanciones impuestas en 2017, sino que responde principalmente a problemas estructurales en la producción local. No obstante, cabe acotar que Irán no ha logrado regresar a sus niveles de producción de crudo previo a noviembre 2018, a pesar de lograr estabilizar su extracción de barriles. En este sentido, mientras que Irán ha logrado estabilizar su producción después de las sanciones, Venezuela, al enfrentarse tanto a factores externos (sanciones) como internos, parece seguir luchando por alcanzar los niveles de producción de una era pre-sanciones.